Uno de los barrios más encantadores de Lisboa es, sin duda, el Barrio de Belém, una zona abierta con jardines y un precioso paseo a orillas del río Tajo que desemboca en el Océano Atlántico. Para llegar hasta este bello enclave de Lisboa podemos utilizar el tranvía y el autobús que salen desde la Plaça do Comercio, en pleno centro de Lisboa. Uno de ellos es el tranvía número 15E, que bordeando la costa tarda unos 20 minutos en llegar a Belém, costando el precio del billete 2,50€. Otro es el autobús 714, que es el que nosotros utilizamos, ya que para subir al tranvía había que esperar una larga cola, siendo el precio del billete de 1,80€.
Nada más llegar al Barrio de Belém nos sorprende la inmensa silueta del Monasterio de los Jerónimos, precioso templo obra del arquitecto Juan de Castillo que lo diseñó en estilo manuelino, estilo que se caracteriza por la mezcla de motivos arquitectónicos y decorativos del gótico tardío y del renacimiento. El monasterio fue encargado por el rey Manuel I de Portugal para conmemorar el regreso de la India del navegante Vasco de Gama, fundándose en el año 1501. La iglesia nueva comenzó a construirse en el año 1514 y fue ampliándose y modificándose hasta el siglo XX.
El primer domingo de cada mes la entrada al monasterio es gratuita, por lo que nos encontramos con dos largas colas, una para entrar al monasterio, donde destaca su precioso claustro, y otra para entrar al interior de la iglesia. El claustro diseñado por Juan de Castillo se encuentra situado junto a la nave norte del templo y fue construido entre los años 1517 y 1519. De estilo manuelino, destaca por sus exquisitas y variadas formas donde cada columna tiene su propia decoración, creando un conjunto arquitectónico de extraordinaria belleza.
Nada más entrar a la iglesia nos sorprende su amplitud y luminosidad, además de sus esbeltas columnas que se funden en la inmensa bóveda en la cual se encuentra una compleja red de nervaduras.
La capilla mayor fue construida en el año 1572 por el maestro Jerónimo Ruao en estilo renacentista avanzado, siendo muy parecido su diseño al de la capilla mayor de la iglesia del Monasterio de El Escorial.
Después de nuestra visita cultural nos apetecía probar uno de los dulces más conocidos de Lisboa, los pasteles de Belém o pastéis de Belém, unos deliciosos y exquisitos dulces de hojaldre crujiente rellenos de una crema suave preparada a base de nata, que se pueden espolvorear con canela y azúcar glasé. Estos riquísimos pasteles los compramos en la antigua confitería de Belém que se encuentra muy cerca del Monasterio, lugar de donde viene la receta de este dulce, que dio origen a la fabricación en el año 1837 de los pastéis de Belém.
Entre el monasterio y la desembocadura del río Tajo se encuentra el jardín de Belém, un lugar ideal donde descansar y relajarse rodeados de una abundante vegetación que por esta época muestra los llamativos y hermosos colores propios de la primavera.
Después de nuestro momento de descanso en el parque cruzamos al otro lado de la carretera y de las vías del tren a través de un subterráneo que nos lleva a orillas del río Tajo, y que nos acerca al monumento dedicado a los descubrimientos.
Este monumento fue construido en el año 1960 por el arquitecto Jose Ángelo Cottinelli Telmo y por el escultor Leopoldo de Almeida para conmemorar los 500 años de la muerte de Enrique el Navegante, y de todos los que participaron en el desarrollo de la era de los descubrimientos. Esta obra tiene forma de carabela y en su proa se encuentra la figura de Enrique el Navegante, que en sus manos porta una pequeña carabela. A ambos lados del monumento se encuentran las estatuas de navegantes, cartógrafos y reyes portugueses. Desde aquí las naves portuguesas partían hacía el nuevo mundo, nombre con el que se conocía en aquella época al continente americano.
Desde este paseo, por la desembocadura del río Tajo se obtienen unas buenas vistas del Puente 25 de Abril, y más a lo lejos de la estatua del Cristo Rei.
Siguiendo nuestro paseo a orillas del Tajo, llegamos a la Torre de Belém, edificio de estilo manuelino adornado con cuerdas esculpidas en piedra, galerías abiertas, torres en estilo mozárabes y almenas decoradas con esferas armilares, además de pequeñas torretas redondeadas coronadas por cúpulas con forma de gajos de naranja. Esta torre obra de Francisco de Arruda fue iniciada en el año 1514, terminándose las obras en el año 1520. Esta torre antaño sirvió como centro de recaudación de impuestos para poder entrar en la ciudad.
Nada más llegar al Barrio de Belém nos sorprende la inmensa silueta del Monasterio de los Jerónimos, precioso templo obra del arquitecto Juan de Castillo que lo diseñó en estilo manuelino, estilo que se caracteriza por la mezcla de motivos arquitectónicos y decorativos del gótico tardío y del renacimiento. El monasterio fue encargado por el rey Manuel I de Portugal para conmemorar el regreso de la India del navegante Vasco de Gama, fundándose en el año 1501. La iglesia nueva comenzó a construirse en el año 1514 y fue ampliándose y modificándose hasta el siglo XX.
Vista de la fachada del monasterio con la iglesia en primer término |
El primer domingo de cada mes la entrada al monasterio es gratuita, por lo que nos encontramos con dos largas colas, una para entrar al monasterio, donde destaca su precioso claustro, y otra para entrar al interior de la iglesia. El claustro diseñado por Juan de Castillo se encuentra situado junto a la nave norte del templo y fue construido entre los años 1517 y 1519. De estilo manuelino, destaca por sus exquisitas y variadas formas donde cada columna tiene su propia decoración, creando un conjunto arquitectónico de extraordinaria belleza.
Nada más entrar a la iglesia nos sorprende su amplitud y luminosidad, además de sus esbeltas columnas que se funden en la inmensa bóveda en la cual se encuentra una compleja red de nervaduras.
La capilla mayor fue construida en el año 1572 por el maestro Jerónimo Ruao en estilo renacentista avanzado, siendo muy parecido su diseño al de la capilla mayor de la iglesia del Monasterio de El Escorial.
Interior de la iglesia con la capilla mayor al fondo |
Después de nuestra visita cultural nos apetecía probar uno de los dulces más conocidos de Lisboa, los pasteles de Belém o pastéis de Belém, unos deliciosos y exquisitos dulces de hojaldre crujiente rellenos de una crema suave preparada a base de nata, que se pueden espolvorear con canela y azúcar glasé. Estos riquísimos pasteles los compramos en la antigua confitería de Belém que se encuentra muy cerca del Monasterio, lugar de donde viene la receta de este dulce, que dio origen a la fabricación en el año 1837 de los pastéis de Belém.
Entre el monasterio y la desembocadura del río Tajo se encuentra el jardín de Belém, un lugar ideal donde descansar y relajarse rodeados de una abundante vegetación que por esta época muestra los llamativos y hermosos colores propios de la primavera.
Después de nuestro momento de descanso en el parque cruzamos al otro lado de la carretera y de las vías del tren a través de un subterráneo que nos lleva a orillas del río Tajo, y que nos acerca al monumento dedicado a los descubrimientos.
Este monumento fue construido en el año 1960 por el arquitecto Jose Ángelo Cottinelli Telmo y por el escultor Leopoldo de Almeida para conmemorar los 500 años de la muerte de Enrique el Navegante, y de todos los que participaron en el desarrollo de la era de los descubrimientos. Esta obra tiene forma de carabela y en su proa se encuentra la figura de Enrique el Navegante, que en sus manos porta una pequeña carabela. A ambos lados del monumento se encuentran las estatuas de navegantes, cartógrafos y reyes portugueses. Desde aquí las naves portuguesas partían hacía el nuevo mundo, nombre con el que se conocía en aquella época al continente americano.
Desde este paseo, por la desembocadura del río Tajo se obtienen unas buenas vistas del Puente 25 de Abril, y más a lo lejos de la estatua del Cristo Rei.
Siguiendo nuestro paseo a orillas del Tajo, llegamos a la Torre de Belém, edificio de estilo manuelino adornado con cuerdas esculpidas en piedra, galerías abiertas, torres en estilo mozárabes y almenas decoradas con esferas armilares, además de pequeñas torretas redondeadas coronadas por cúpulas con forma de gajos de naranja. Esta torre obra de Francisco de Arruda fue iniciada en el año 1514, terminándose las obras en el año 1520. Esta torre antaño sirvió como centro de recaudación de impuestos para poder entrar en la ciudad.
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4 Comentarios
Impresionante el monasterio!! me encanta visitarlos y ese parece MUY bonito ^_^
ResponderEliminarTomando nota ^_^
El monasterio es muy bonito y merece la pena ser visitado. Si lo visitas un domingo de primero de mes, la entrada es gratuita, pero eso sí, ir pronto porque se forman largas colas.
EliminarSaludos
La última vez que pisé la ciudad tenía 12 años... así que pocos recuerdos me quedan de ella. Las fotos son una maravilla, me habéis transportado allí y seguiré con los relatos.
ResponderEliminarUn abrazo,
Muchas gracias, nosotros era la primera vez que íbamos a Portugal, y eso que lo tenemos cerca, la verdad que nos ha sorprendido gratamente y estamos pensando en ir más veces.
EliminarUn saludo
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